martes, 1 de junio de 2010

El Código Da Vinci



Es la clásica película anticlerical, la parte detectivesca me atrapó totalmente, en el sentido de que genera el interés por saber que pasa después, pero el intento de persecución, en su dimensión literaria, falla por inverosímil, comete a mi entender, el mismo error de Mar Adentro, una película interesante por su planteamiento de la Eutanasia, a pesar de lo macabro que puede ser, a excepción de la parte en que pretendiendo atacar a la Iglesia, caricaturiza, los personajes y la narración a tal punto que quita seriedad a todo el relato. Y ésos son los personajes del Código Da Vinci, caricaturas. No voy a enumerar los numerosos errores de percepción que tienen de la Iglesia, que han sido hasta la saciedad expuestos, sino a tratar de reflexionar sobre los fines que tiene la publicación de un libro así.
¿Podría ser un Wathif?, esas versiones paralelas de Marvel, que son la contrapartida de los Elsewords de DC. Una historia en la que la Iglesia son los villanos. Se puede entender, ya se ha hecho. Sin embargo existe una muy marcada diferencia entre la seriedad que pretende mostrar con las referencias culturales , sin mucho éxito, más allá de lo superficial, claro está, y la simplicidad grosera con que se presenta a la Iglesia, su doctrina y a los católicos. Esta disyuntiva claramente manifiesta, evidencia una intención detrás de la publicación de un libro así.
Que es un manifiesto feminista y gnoseológico, no necesita descubrirse con elaboradas investigaciones, porque el mismo libro lo evidencia. ¿Por qué usar a la Iglesia, para enunciar una ideología? ¿Es el odio? ¿La oportunidad?
Recuerdo una entrevista a S.E. Paul Cardenal Poupard, por entonces encargado del dicasterio que ve la cultura, no recuerdo bien, la cosa es que sostenía, haciéndose la pregunta del porqué de un libro así, que era una respuesta a la exposición que el Santo Padre y la Iglesia habían tenido a propósito del Jubileo de 2000. Es cierto, a pesar de la censura mediática de rigor, la cantidad de eventos y el tamaño de los mismos (dos millones de jóvenes en Tor Vergata) había hecho que algo se filtre, que se sepa de la Iglesia y de Cristo, que se hable de ellos. Y esto por supuesto conllevaba que quienes no están de acuerdo respondan.
Esta opinión inclina la balanza al anticlericalismo sobre ideologización
La pregunta en todo caso es ¿se quiere atacar a la Iglesia, y de contrabando exponer la ideología? o ¿se quiere exponer la ideología y de contrabando atacar a la Iglesia?, ésta en todo caso es la conspiración a descifrar.
Y es que el efecto del libro ha sido pasmoso. Gente no acostumbrada a leer, buscaba leerlo. Todos hablaban de él, y hay que reconocer que sea cual sea la estrategia que Dan Brown quiso lograr, por lo menos la gente leyó su libro.
Yo creo que el público, y esto lo pienso yo, no es la Iglesia, no son los cristianos, que conociendo medianamente su fe, leen el libro con una mueca de WTF???, sino son los no cristianos, o los bautizados “no practicantes” (eufemismo para mediocridad). El público al que va dirigido a todos aquellos que tienen una visión distorsionada de la cristiandad. Lógico, porque una formación cristiana elemental puede divertirse con la novela pero no se traga el discurso. Quién tiene dudas de la fe por ignorancia o interés, encuentra el libro como un soporte para la incredulidad o la persecución.
Como estrategia: fascinante
En otro tema, en contraste con los personajes católicos de la historia, los que no lo son, lo son un poquito más interesantes. Ni que decir del Leonardo Da Vinci, Danbrowniano, en oposición con el histórico. Todo un genio conspirador, acompañado por luminarias científicas que ocultaban sus talentos de titiriteros sociopolíticos, incluyendo por supuesto a uno de los protagonistas de la novela: el curador del Louvre.
Aunque lo caricaturesco de los personajes católicos, como el “jarjarbinesco” Aringarosa, y el plano Silas, distraen, por otro lado Bezu Fache es claramente el villano, durante casi todos los capítulos del libro, es un personaje un poco más coherente.
Sir Taebing, es una delicia como personaje. Ése sí que me gustó. Langdon es el protagonista clásico, aunque el detalle del reloj de Mickey Mouse es muy divertido.
Neveau, es un personaje puesto ahí por su atractivo, no solo el físico, sino el de la fuerza que tiene. Es como la cara de todo el discurso de Dan Brown.
El final es interesante porque revela que no hay nada que buscar. El discurso neopagano cierra el círculo, rematando sus planteamientos con solidez. Nuevamente, como estrategia: fascinante.

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